Existe una tribu en África que en lugar de contar los años vividos desde que nacieron, cuentan los días que han sido felices durante su vida. Pues bien, me siento feliz de haber aumentado mi cuenta personal en 6 meses más desde que salí de casa.
Mi nombre es Xavi Velasco y he estado trabajando como voluntario con las hermanas por casi 6 meses. En primer lugar en Maputo, Mozambique, donde pasé tres meses, y después en Cebu, Filipinas, donde tuve la suerte de ser el primer voluntario español que pisaba estas tierras durante dos meses y medio. Ahora mismo estoy escribiendo esto desde la ciudad de Pasig, Manila, en la última semana de mi experiencia.
Llegué aquí con la idea de cambiar el mundo. Tenía miles de cosas en mi mente, energía como para parar un tren, y unas ganas de ayudar y aprender que creo nunca había tenido, pero cuando llegas, todo es diferente. Nada de lo que me podía imaginar era lo mismo, no llegas a hacerte una idea de nada de lo que vas a ver o sentir, pero ahí está la gracia de todo esto, es lo que realmente hace que sea una experiencia inolvidable.
Un voluntariado de 6 meses, parece mucho tiempo, pero se me ha pasado volando. Cuando quise darme cuenta, ya estaba de vuelta a casa, y aun no era consciente de cuanto había aprendido por el camino. La gente, la comida, el clima, la rutina diaria… son sólo algunas de las cosas a las que tienes que acostumbrarte cuando estas tan lejos de casa. Así que tener la iniciativa e intentar hacer cosas, como por ejemplo aprender su idioma autóctono, no el oficial (que por cierto, es algo prácticamente imposible), es una buena idea para lograr adaptarse. A pesar de todo esto, en todo momento me he sentido como en casa, y eso ha sido gracias a las hermanas y a los trabajadores y trabajadoras de los centros donde he trabajado.
Más tarde me di cuenta de que he formado parte de una pequeña parte de sus vidas y que no puedo hacer del mundo un lugar mejor en dos días. He aprendido que se puede estar contento con lo que se tiene (que en estos casos suele ser poco), y que no se necesita nada más. Que lo que tienen lo comparten, y que los problemas que realmente tenemos nosotros no son nada en comparación con los de ellos. Y creo que aún hoy por hoy no soy consciente de todo lo que he aprendido durante estos meses.
Según los psicólogos, ayudar a los demás es un acto egoísta, porque se hace para sentirse mejor con uno mismo. No sé si esto es así, pero para mí, no hay nada en este mundo que me realice igual como persona, y no hay nada que me haga más feliz. Creo que no existe mejor manera de aprovechar el tiempo.
Por último, quisiera agradecer todo esto, que creerme, no es poco, a todas esas personas que han hecho que este sueño se hiciera realidad y no se convirtiese en una pesadilla, a la Fundación Benito Menni, a las hermanas y a la congregación. Khanimanbo Mozambique, salamat Filipinas, realmente habéis cambiado mi vida (espero que este año de dejen volver).