El 23 y 24 de febrero de este año, se celebró en el Vaticano el Seminario “Derecho Humano al Agua”, con 95 participantes de los 5 continentes, y convovado por la Pontificia Academia de las Ciencias y la Cátedra del Diálogo y de la Cultura del Encuentro. Puedes encontrar amplia información audiovisual sobre este importante evento en esta web, incluyendo la crucial Declaración Final, firmada por el papa Francisco, que tambièn tuvo una intervención de la que subrayamos estos tres párrafos:
• “Las cifras que las Naciones Unidas revelan son desgarradoras y no nos pueden dejar indiferentes: cada día mil niños mueren a causa de enfermedades relacionadas con el agua; millones de personas consumen agua contaminada. Estos datos son muy graves; se debe frenar e invertir esta situación…”.
• “El respeto del agua es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Si acatamos este derecho como fundamental, estaremos poniendo las bases para proteger los demás derechos. Pero si nos saltamos este derecho básico, ¿cómo vamos a ser capaces de velar y luchar por los demás?”.
• “Es un ideal por el que merece la pena luchar y trabajar. Con nuestro «poco» estaremos contribuyendo a que nuestra casa común sea más habitable y más solidaria, más cuidada, donde nadie sea descartado ni excluido, sino que todos gocemos de los bienes necesarios para vivir y crecer en dignidad”.
Reflexión de Mª Bargalló, de Justicia i Pau (tomada deesta entrada de Justicia y Paz).
Un año más iniciamos el curso con la celebración de la Jornada Mundial de oración para el cuidado de la creación.
Un nuevo curso que, como todos los años, tiene la agenda de su calendario llena de “días D”, fechas marcadas institucionalmente como “El Día Mundial de …” que quieren llamar la atención sobre tal o cual aspecto, reivindicar derechos, sensibilizar a la población sobre determinadas problemáticas, promover cambios de hábitos o de actitudes y generar nuevas formas de actuar.
Precisamente uno de los aspectos que genera más “días D” son los relacionados con la explotación y el derroche de la naturaleza, he contado más de 30 repartidos entre todos los meses del año, y si añadimos todos aquellos “días D” que hacen hincapié en las injusticias humanas que son consecuencia directa de esta mala gestión de la naturaleza, el número se eleva por encima de los 60. No es de extrañar, porque la sobreexplotación y el maltrato a que estamos sometiendo nuestro planeta y a sus habitantes más desfavorecidos, con una indiferencia bastante generalizada, requiere todo tipo de “llamadas” para despertar conciencias y generar cambios.
Lo curioso es que, seguramente, ni las personas con más conciencia socio-ambiental sabrían citarnos más de una quincena de estas fechas. Cabría preguntarse si estos “días D” cumplen mínimamente con los objetivos por los que fueron establecidos y si, en el mejor de los casos en que han conseguido arraigar y tener una difusión y un seguimiento importantes, son sólo flor de un día o motor de cambio. Porque el objetivo principal de todo “día D” es llegar a desaparecer porque ha conseguido convertirse en “días d”, de diario, de cotidiano, de lo que incorporamos en la práctica de los días de cada día, y por eso no hay necesidad de dedicarle un día en especial.
Mientras esto no ocurra no se trata de cuestionar esta práctica sino de garantizar su eficacia, porque es de una gran incoherencia defender un día al año una causa y olvidarla, o lo que es peor, promover activamente el resto de días del año estilos de vida que generan el efecto contrario a través de la publicidad, de informaciones sesgadas, de determinadas decisiones políticas sometidas a intereses alejados del bien común, etc.
Puesto que los cristianos de oriente y de occidente, el día 1 de septiembre, nos hemos unido en la oración, por tercer año consecutivo, para celebrar “La Jornada Mundial de oración para el cuidado de la creación” es un buen momento para plantearnos si este “día D” avanza adecuadamente para irse convirtiendo, paso a paso, en “días de”.
Nos puede ayudar la relectura de la Carta del Papa Francisco para su institución en que manifiesta su deseo de que esta celebración anual se convierta en un momento intenso:
De oración
– de acción de gracias por la maravillosa obra que Él nos ha confiado,
– para pedir su ayuda para la protección de la creación,
– para suplicar misericordia por los pecados cometidos contra el mundo en que vivimos.
De reflexión
– para renovar nuestra vocación de custodios de la creación,
– para extraer de nuestro rico patrimonio espiritual las motivaciones que alimentan la pasión para el cuidado de la creación
De conversión ecológica
– para dejar brotar todas las consecuencias que el encuentro con Jesús genera en la relación con el mundo que nos rodea,
– en comunión con los hermanos con los que enfrentamos idénticos e importantes desafíos, a los que debemos dar respuestas comunes.
De asunción de estilos de vida coherentes
– ofrecer nuestra contribución para superar la crisis ecológica que vive la humanidad,
– ser más creíbles y eficaces,
– ser signo de un camino que todos los creyentes en Cristo recorren juntos.
¿Cómo conseguimos que se integren en nuestra cotidianidad para convertirse en lo que podríamos denominar ecoparroquias, ecomovimientos o ecocomunidades que promueven el modelo de desarrollo justo, solidario y respetuoso con la naturaleza que deriva de la encíclica Laudato Si’?
¿Qué hacemos para fundamentar y para fomentar una espiritualidad ecosocial-cristiana sobre la que anclar los cambios de mentalidad necesarios que plantea la encíclica?
¿Qué procesos de cambio en los hábitos de consumo, de contratación de personal, de gestión económica y de reproducción de las desigualdades estamos impulsando e implementando?
¿Qué acciones de denuncia de actividades concretas que generan degradación ambiental, con sus injusticias sociales asociadas, hemos llevado a cabo?
¿Qué acciones de sensibilización, concienciación y formación hemos puesto en marcha para convertir:
• derroche en sobriedad,
• consumismo en consumo consciente,
• materialismo en trascendencia,
• economía lineal e insolidaria en economía cíclica por el bien común,
• tecnocracia en ciencia positiva,
• competitividad en trabajo cooperativo,
• desigualdades en equidad,
• individualismo en conciencia global,
• indiferencia en solidaridad,
• inhibición en participación?
Si con motivo de la la “Jornada Mundial de oración para el cuidado de la creación”, año tras año al empezar un nuevo curso, nos planteamos estos interrogantes, constatamos que “hemos progresado adecuadamente” y somos capaces de marcarnos nuevos retos para el curso que empieza que nos ayuden a seguir avanzando, este “día D” será coherente y tal como dice el Papa Francisco: “seremos más creíbles y eficaces… seremos signo de un camino que todos los creyentes en Cristo recorren juntos”.