Recuerdo el día en que partí hacia Mozambique como si fuese ayer, los nervios estaban a flor de piel, y las ganas de llegar a mi destino aumentaban por momentos. Jamás imaginé lo intenso que podría llegar a ser vivir esta experiencia, donde no hay un día que sea igual a otro, donde las sonrisas es la expresión que domina el ambiente por excelencia.
El ser voluntario, poder ayudar a los demás, ofrecer mi apoyo y cariño, acompañar, conocer una cultura totalmente diferente e integrarme en ella como si fuese una más, sin importar el color de piel, idioma, aspecto, ha sido para mí una experiencia única, a la que doy gracias por todas las cosas que me ha hecho aprender.
Durante mi estancia en el centro, he tenido la suerte de poder estar tanto en el centro de adultos como con los niños. Con los adultos, he podido acercarme a ellos, conocer la cultura y costumbres e involucrarme en sus vidas, conociendo los problemas de primera mano, dándome cuenta de la burbuja en la que vivimos en el primer mundo. Cuando estaba con los niños, eran regalos de cariño a todas horas, las miradas, las sonrisas estaban presentes siempre pese a las dificultades de estos.
Ha sido para mí una experiencia que ha marcado un antes y un después en mi vida, me ha hecho crecer como persona, he adquirido una serie de valores que de no haber realizado el voluntariado, jamás tendría, y me ha hecho aprender un sinfín de cosas. Por otra parte, el estar lejos de mis familiares y seres queridos me ha ayudado a valorar más las cosas que tengo.
Por último, quiero dar las gracias a todas las personas que han hecho posible todo esto, la fundación Benito menni, las hermanas de Mahotas, y todas las personas que han formado parte de esta experiencia.
Solo me queda decir; KHANIMAMBO!!
Ester Paulorena.